Novena: día 9

Día 9 de la novena

Oración Inicial

¡Oh Dios!, que en los orígenes tu Espíritu aleteaba sobre las aguas, para que tuviesen la fuerza de santificar, te rogamos desciendas con tu Espíritu, para que los que hemos renacido de las fuentes bautismales –tus hijos–, seamos ahora bautizados en el fuego del amor ¡Oh Dios!, que en la plenitud de los tiempos, tu Hijo, por obra del Espíritu Santo, se encarnó en el seno de la Virgen, te pedimos infundas tu Espíritu, para que se produzca como una encarnación de tu Verbo en nuestras almas, haciéndonos hijos en el Hijo ¡Oh Dios!, que en los días de Pentecostés, tu Iglesia, en Cenáculo con María, recibió la fuerza del Espíritu Santo; te suplicamos, Padre, envíes tu Espíritu sobre nosotros, tus Peregrinos, y realiza un nuevo Pentecostés, para ser así testigos de la alegría pascual de tu Hijo

¡Oh Dios!, que en la potencia creadora del Espíritu Santo, no dejas de enriquecer a tu Iglesia con nuevas vidas de santidad; te rogamos mandes, Padre, con tu Hijo, al Espíritu Santo: Espíritu de las Bienaventuranzas, Espíritu de unidad y caridad, para que hoy como ayer, la Iglesia de la Eucaristía, revitalizada en los dones y carismas de tu Espíritu, sea Sacramento de Unidad y salvación para todos los pueblos. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

DÍA NOVENO

“Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos. Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse”

(Hch. 1,14; 2, 1-4)
Meditación

“Es el Espíritu Santo el que renueva a la Iglesia, el que la instruye, el que la dirige por medio de sus dones y la rejuvenece con la fuerza del Evangelio” Es indispensable meditar sobre estas palabras y pedirle siempre al Señor que nos haga dóciles a su Palabra, para que mantengamos la esperanza de apoyarnos sólo en lo que Él quiere, y de querer sólo lo que Él desea.

La hora actual nos invita a desprendernos de nuestras “razones o ideas”, de nuestras estrategias demasiado humanas, alimentando entonces una gran esperanza en su fuente suprema: la Palabra de Dios.

Padre celestial, no nos dejes huérfanos, envíanos tu Espíritu en el nombre de Jesús, para que nos enseñe todo cuanto debemos saber, y nos haga despreciar cuanto nos puede perder, recordándonos todo lo que tú nos has dicho en tu Hijo predilecto, tu única y definitiva Palabra.

Haz que estemos siempre dispuestos, como los discípulos reunidos en el Cenáculo de Jerusalén, que se preparaban para recibir tu Amor, el Espíritu Santo, perseverando en la oración en un mismo sentir, como Sacramento de Unidad, en compañía de algunas mujeres, y de María, tu hija, la Madre de tu Hijo.

Y tú, Madre Santísima:

Ayúdanos a guardar la Palabra de Dios, a amar a Jesús, a guardar sus mandamientos, y a rogar incesantemente como en las bodas de Caná, pues ésta vez, no es vino, sino Espíritu Santo lo que hace falta en las Bodas entre Cristo y su Iglesia, que también somos nosotros.

Ruega al Padre en el nombre de Jesús, tu Hijo, para que nos envíe el Protector, el Consolador y permanezca siempre con nosotros, el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce. Pero nosotros le conocemos, porque está con nosotros y permanecerá con nosotros hasta el fin del mundo.

Oración Final

¡Abbá! Tú que al crearnos infundiste en nosotros el aliento de vida, y tras el pecado nos enviaste a tu Hijo Unigénito para salvarnos, te pedimos, por la intercesión de la Santísima Virgen María, que prepares nuestros corazones, para poder así nacer de nuevo en el Espíritu, dando testimonio de la Verdad. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.