Novena: día 8

Día 8 de la novena

Oración Inicial

¡Oh Dios!, que en los orígenes tu Espíritu aleteaba sobre las aguas, para que tuviesen la fuerza de santificar, te rogamos desciendas con tu Espíritu, para que los que hemos renacido de las fuentes bautismales –tus hijos–, seamos ahora bautizados en el fuego del amor ¡Oh Dios!, que en la plenitud de los tiempos, tu Hijo, por obra del Espíritu Santo, se encarnó en el seno de la Virgen, te pedimos infundas tu Espíritu, para que se produzca como una encarnación de tu Verbo en nuestras almas, haciéndonos hijos en el Hijo ¡Oh Dios!, que en los días de Pentecostés, tu Iglesia, en Cenáculo con María, recibió la fuerza del Espíritu Santo; te suplicamos, Padre, envíes tu Espíritu sobre nosotros, tus Peregrinos, y realiza un nuevo Pentecostés, para ser así testigos de la alegría pascual de tu Hijo

¡Oh Dios!, que en la potencia creadora del Espíritu Santo, no dejas de enriquecer a tu Iglesia con nuevas vidas de santidad; te rogamos mandes, Padre, con tu Hijo, al Espíritu Santo: Espíritu de las Bienaventuranzas, Espíritu de unidad y caridad, para que hoy como ayer, la Iglesia de la Eucaristía, revitalizada en los dones y carismas de tu Espíritu, sea Sacramento de Unidad y salvación para todos los pueblos. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

DÍA OCTAVO

“Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, los discípulos tenían cerradas las puertas del lugar donde se encontraban, pues tenían miedo a los judíos. Entonces se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos»

(Jn. 20, 19-23)
Meditación

¡Oh Santo y Divino Espíritu! Míranos en compañía de María, míranos como a los apóstoles a sus pies, débiles y temerosos por no tener la presencia sensible del Maestro. Mira que tenemos a María, nuestra madre, en el corazón. Ven Espíritu Santo y habita en nuestros corazones junto a María, tu Virgen y casta Esposa, para que en ella seamos fortalecidos, iluminados y consolados, y podamos entonces, irradiar al mundo la Palabra de Dios, aquella Palabra que trae la paz, porque quita los pecados del mundo que todos llevamos en nuestros corazones.

Oración Final

¡Abbá! Tú que al crearnos infundiste en nosotros el aliento de vida, y tras el pecado nos enviaste a tu Hijo Unigénito para salvarnos, te pedimos, por la intercesión de la Santísima Virgen María, que prepares nuestros corazones, para poder así nacer de nuevo en el Espíritu, dando testimonio de la Verdad. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.