Novena: día 6

Día 6 de la novena

Oración Inicial

¡Oh Dios!, que en los orígenes tu Espíritu aleteaba sobre las aguas, para que tuviesen la fuerza de santificar, te rogamos desciendas con tu Espíritu, para que los que hemos renacido de las fuentes bautismales –tus hijos–, seamos ahora bautizados en el fuego del amor ¡Oh Dios!, que en la plenitud de los tiempos, tu Hijo, por obra del Espíritu Santo, se encarnó en el seno de la Virgen, te pedimos infundas tu Espíritu, para que se produzca como una encarnación de tu Verbo en nuestras almas, haciéndonos hijos en el Hijo ¡Oh Dios!, que en los días de Pentecostés, tu Iglesia, en Cenáculo con María, recibió la fuerza del Espíritu Santo; te suplicamos, Padre, envíes tu Espíritu sobre nosotros, tus Peregrinos, y realiza un nuevo Pentecostés, para ser así testigos de la alegría pascual de tu Hijo

¡Oh Dios!, que en la potencia creadora del Espíritu Santo, no dejas de enriquecer a tu Iglesia con nuevas vidas de santidad; te rogamos mandes, Padre, con tu Hijo, al Espíritu Santo: Espíritu de las Bienaventuranzas, Espíritu de unidad y caridad, para que hoy como ayer, la Iglesia de la Eucaristía, revitalizada en los dones y carismas de tu Espíritu, sea Sacramento de Unidad y salvación para todos los pueblos. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

DÍA SEXTO

“Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu. No te asombres de que te haya dicho: «Tenéis que nacer de nuevo». El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu”

(Jn. 3, 6-8)
Meditación

El Espíritu Santo es el Amor de Dios, que nos ama moviéndose en nosotros como soplo divino que nos arrastra al seno de la Trinidad, como fuego sagrado que nos transforma en fuego de amor, como artista divino que forma en nosotros a Jesús. Y nuestro amor a Él debe caracterizarse por esa amorosa docilidad, por la entrega plena, por la fidelidad constante, dejándonos mover, dirigir y transformar por su acción santificadora. El ideal de nuestro amor al Padre es glorificarlo; el ideal de nuestro amor al Hijo es transformarnos en Él; el ideal de nuestro amor al Espíritu Santo es dejarnos poseer y mover por Él.

Pero la voz de este Santo Espíritu es suave y delicada, y para aprender a escucharla el alma debe elevarse sobre sus sentidos y adentrarse en la vida del espíritu, en ese Espíritu del que es necesario nacer de nuevo para entrar en el Reino de los cielos. Nos dirá san Pablo: “El hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios; para él son necedad y no puede entender, porque deben ser espiritualmente examinadas. Mas el espiritual, juzga todas las cosas y él no es juzgado por nadie. Porque, ¿quién conoció el sentido del Señor  que lo instruya? Mas nosotros tenemos el sentido de Cristo”

 (1Cor. 2, 14-16).

Quien quiera entrar en el Reino de los cielos debe entonces dejarse guiar por este Santo Espíritu, debe entrar en el pueblo de la Nueva Alianza, dejarse formar por la Palabra de Dios, poner su apoyo en las realidades invisibles en las que descubre su sustento. Debe ser en realidad hijo de Dios, pues “todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios” (Rm. 8, 14).

Oración Final

¡Abbá! Tú que al crearnos infundiste en nosotros el aliento de vida, y tras el pecado nos enviaste a tu Hijo Unigénito para salvarnos, te pedimos, por la intercesión de la Santísima Virgen María, que prepares nuestros corazones, para poder así nacer de nuevo en el Espíritu, dando testimonio de la Verdad. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.