Novena: día 1

Día 1 de la novena

Oración Inicial

¡Oh Dios!, que en los orígenes tu Espíritu aleteaba sobre las aguas, para que tuviesen la fuerza de santificar, te rogamos desciendas con tu Espíritu, para que los que hemos renacido de las fuentes bautismales –tus hijos–, seamos ahora bautizados en el fuego del amor ¡Oh Dios!, que en la plenitud de los tiempos, tu Hijo, por obra del Espíritu Santo, se encarnó en el seno de la Virgen, te pedimos infundas tu Espíritu, para que se produzca como una encarnación de tu Verbo en nuestras almas, haciéndonos hijos en el Hijo ¡Oh Dios!, que en los días de Pentecostés, tu Iglesia, en Cenáculo con María, recibió la fuerza del Espíritu Santo; te suplicamos, Padre, envíes tu Espíritu sobre nosotros, tus Peregrinos, y realiza un nuevo Pentecostés, para ser así testigos de la alegría pascual de tu Hijo

¡Oh Dios!, que en la potencia creadora del Espíritu Santo, no dejas de enriquecer a tu Iglesia con nuevas vidas de santidad; te rogamos mandes, Padre, con tu Hijo, al Espíritu Santo: Espíritu de las Bienaventuranzas, Espíritu de unidad y caridad, para que hoy como ayer, la Iglesia de la Eucaristía, revitalizada en los dones y carismas de tu Espíritu, sea Sacramento de Unidad y salvación para todos los pueblos. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

DÍA PRIMERO

“Con amor eterno te he amado, por eso he reservado gracia para ti”

(Jr. 31, 3)
Meditación

Considera alma querida lo que Dios ha hecho por ti: no tan sólo te creó por amor, también te creó perdonándote; ya preveía las ofensas que habías de hacerle, tal vez esos pecados en los que continuamente caes, más Él, siendo fiel a su Amor, te ama, te crea, te perdona.

El Amor ha querido crucificarse para que también tú hagas lo mismo. No temas sufrir, no temas morir, el Amor echa fuera el temor; sólo el grano de trigo que cae y muere da mucho fruto, Él te resucitará, porque el Amor nunca morirá. Déjate amar, déjate hacer por el Amor, entrega tu voluntad, que Él se encarne en ti, que tome posesión de ti, para que sea Él quien ame en ti, y prolongando su existencia Eucarística, te haga Sacramento de Unidad, carne para la vida del mundo, en la vivencia del Espíritu de las Bienaventuranzas. Así podrás decir: “Ya no soy yo quien vive, es Cristo, por el amor, quien vive en mí” (Gal. 2,20).

Que María Santísima nos alcance la gracia de sabernos profundamente amados por Dios, aún en la experiencia más profunda de sequedad, de aridez, del mismo pecado, para no perder la confianza en Aquél que nos ha amado hasta entregar su vida por ti y por mí.

Oración Final

¡Abbá! Tú que al crearnos infundiste en nosotros el aliento de vida, y tras el pecado nos enviaste a tu Hijo Unigénito para salvarnos, te pedimos, por la intercesión de la Santísima Virgen María, que prepares nuestros corazones, para poder así nacer de nuevo en el Espíritu, dando testimonio de la Verdad. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.