Como ya hemos mencionado, a este pecado se contrapone la virtud de la humildad, que consiste en la consideración de la verdad sobre sí mismo de cara a Dios, es decir, el reconocimiento de que, todo cuanto somos es gracias a Él. Atendamos a las palabras que dirigió en una ocasión Dios Padre a santa Catalina de Siena: «En el conocimiento de ti misma llegarás a ser humilde, puesto que verás que tú, por ti misma, no eres nada y que tu ser viene de mí puesto que os he amado antes de que existierais. Es a causa de este amor inefable que siento por vosotros que, queriéndoos recrear de nuevo por la gracia, os he lavado y recreado en la sangre que mi Hijo único derramó con un fuego de amor tan grande».
