Por esta razón, el Apóstol san Juan dice “el que ama no peca”, porque vive según el Corazón de Dios, que ama la vida y no quiere la muerte del malvado, sino que se convierta y viva. Con certera sabiduría nos enseña san Juan Pablo II:
El enemigo deja de serlo para quien está obligado a amarlo (cf. Mt 5, 38-48; Lc 6, 27-35) y “hacerle el bien” (cf. Lc 6, 27.33.35), socorriendo las necesidades de su vida con prontitud y sentido de gratuidad (cf. Lc 6, 34-35)».