24 de marzo

La FE, un arma indispensable

V Miércoles de Cuaresma

La FE
24 de marzo

Cada vez nos acercamos más a la pascua y la Palabra de Dios, que es lámpara para nuestros pasos, continúa señalándonos el camino verdadero para llegar al Padre: nuestro Señor Jesucristo.

Para recorrer este camino, es imprescindible el don de la fe, pues «sin fe es imposible agradar a Dios» (Hb 11,6). Sólo viviendo de fe podremos hacer vida las palabras de Jesús, permaneciendo en Él, que es la Palabra del Padre, para ser verdaderos discípulos suyos. Porque el verdadero discípulo de Cristo, es aquel que escucha la palabra de su Maestro y cree, permaneciendo afianzado en ella, esperando contra toda esperanza, con una confianza sin límites.

Ahora preguntémonos personalmente: ¿tengo por verdadera la palabra que el Señor me dirige cada día? Mirando hacia atrás y al identificar los momentos en los que nos amos de Dios, seguramente descubriremos que nuestra fe se ha visto bien recompensada, pues, asegura el Salmo 25: «No queda defraudado el que en Ti espera». Mientras que, al recordar aquellas veces en las que decidimos apoyarnos en nuestras propias fuerzas, notaremos que caímos en impaciencia, desesperación, tristeza y confusión; precisamente por no confiar en el mismo Dios que dio la victoria a David contra Goliat, y que salvó a Sidrac, Misac y Abdénago de las llamas del fuego.


En este día pidamos a Dios el don de la fe, para poder contemplar, como Daniel y sus compañeros, con nuestros propios ojos, cómo el Señor actúa en favor nuestro para defendernos como un Dios celoso de los suyos, enviando incluso a sus ángeles para salvarnos aun en las circunstancias que a nuestro parecer, son “gigantes” que nos abaten; pues, afirma san Alberto Hurtado: «Por más recia que sea la tormenta, el hombre de fe sabe que el Padre, a quien no falta poder, ni amor, es quien todo lo gobierna y lo encamina para el bien de sus hijos».

Que interceda por nosotros, María, la Omnipotencia suplicante, para que, viviendo con alegría nuestra fe, seamos antorchas capaces de encender el fuego de la fe en los corazones de aquellos que creen no necesitar a Dios o que no le conocen.

Compromiso de hoy

Recitemos la oración por la fe que compuso san Pablo VI:

Oración por la fe

san Pablo VI

Señor, yo creo, yo quiero creer en Ti.

Señor, haz que mi fe sea pura, sin reservas, y que penetre en mi pensamiento, en mi modo de juzgar las cosas divinas y las cosas humanas.

Señor, haz que mi fe sea libre, es decir, que cuente con la aportación personal de mi opción, que acepte las renuncias y los riesgos que comporta y que exprese el culmen decisivo de mi personalidad: creo en Ti, Señor.

Señor, haz que mi fe sea cierta: cierta por una congruencia exterior de pruebas y por un testimonio interior del Espíritu Santo, cierta por su luz confortadora, por su conclusión pacificadora, por su connaturalidad sosegante.

Señor, haz que mi fe sea fuerte, que no tema las contrariedades de los múltiples problemas que llena nuestra vida crepuscular, que no tema las adversidades de quien la discute, la impugna, la rechaza, la niega, sino que se robustezca en la prueba íntima de tu Verdad, se entrene en el roce de la crítica, se corrobore en la afirmación continua superando las dificultades dialécticas y espirituales entre las cuales se desenvuelve nuestra existencia temporal.

Señor, haz que mi fe sea gozosa y dé paz y alegría a mi espíritu, y lo capacite para la oración con Dios y para la conversación con los hombres, de manera que irradie en el coloquio sagrado y profano la bienaventuranza original de su afortunada posesión.

Señor, haz que mi fe sea activa y dé a la caridad las razones de su expansión moral de modo que sea verdadera amistad contigo y sea tuya en las obras, en los sufrimientos, en la espera de la revelación final, que sea una continua búsqueda, un testimonio continuo, una continua esperanza.

Señor, haz que mi fe sea humilde y no presuma de fundarse sobre la experiencia de mi pensamiento y de mi sentimiento, sino que se rinda al testimonio del Espíritu Santo, y no tenga otra garantía mejor que la docilidad a la autoridad del Magisterio de la Santa Iglesia.

Amén.