Domingo 21 de marzo

Ven, atrévete a entrar...en este silencio que Dios te quiere hablar

V Domingo de Cuaresma

silencio
21 de marzo

En la marea vertiginosa de imágenes y sonidos que se nos presenta en los diversos medios de comunicación, el corazón de cada uno de nosotros corre el riesgo de volverse sordo a la continua llamada del Señor a través de su Palabra, Palabra eterna que comunica vida, verdad y auténtica felicidad. En efecto, entre la preponderancia del ruido de la distracción y de muchas palabras que salen de él sin ningún sentido y que endurecen nuestro corazón, Dios sigue llamando a la conversión.

En el Evangelio, algunos quieren ver al Señor y sobre todo escucharle porque, en el fondo, el corazón humano ha sido creado para escuchar a Dios. Pero a esta escucha se accede únicamente por medio del silencio, un silencio contemplativo que nos lleve a la oración, un silencio que no es ausencia de palabra sino apertura a la verdadera Palabra que nos da vida: Dios.

De ahí que el Señor nos diga: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto». En la medida en que morimos a nosotros mismos, dejamos que Dios escriba su ley en nuestros corazones, y por la guarda de su Palabra, comenzamos a gozar de la verdadera vida.

A través de una auténtica oración, aquella que permanece a pesar de la sequedad y de las tentaciones, la fe se vuelve más pura, manteniéndose firme junto a Jesús en su agonía y en el sepulcro1. La oración nos lleva a entablar aquel diálogo íntimo de amor con nuestro Padre del Cielo, pero no olvidemos que dicha oración no es fruto de nuestro esfuerzo. Es en Jesús, su Hijo, la Palabra hecha Carne, que podemos hablarle y escucharle2, porque la Palabra de Dios, Jesús nuestro Señor, se enraíza, crece y da fruto cuando en el silencio morimos al mundo y a sus afanes, a fin de vivir para Dios escuchando lo que Él quiere de nosotros, convirtiéndonos así en sus servidores.

Que María, Reina de todos los santos, modelo perfecto de oración, nos conceda la gracia de una oración fecunda en nuestra vida, para guardar el silencio por el cual el corazón da fruto abundante.

1 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica Nº2731.

2 Ibíd. Nº2741.

Compromiso de hoy

En este domingo lleguemos 15 minutos antes a la celebración de la Misa, a fin de poder prepararnos en un momento de recogimiento y oración, suplicando a la Virgen la gracia de vivir con fervor y devoción la Eucaristía.

 

«Para ofrecer bien el Santo Sacrificio de la Misa se necesitarían tres eternidades: una para prepararla, otra para celebrarla y una tercera para dar gracias».

-San Juan Eudes