Así como en el tiempo de Moisés el pueblo no creía ni obedecía los mandatos del Señor, llegada la plenitud de los tiempos con la encarnación del Verbo Eterno, los judíos, por la dureza y obstinación de su corazón, tampoco creyeron en Él. El mismo Jesucristo realizó signos, y san Juan Bautista dio testimonio de Él, pero aun así, no creyeron. Este tiempo es similar, no dista de aquel en milagros patentes del Señor y en su infinita misericordia derramada sobre la humanidad… Pero tampoco dista en la dureza de nuestros corazones, muchas veces indiferentes a tanto amor.
Por ello, hemos de insistir a tiempo y a destiempo; hemos de dar testimonio de la Verdad y no tener miedo, pues el amor echa fuera el temor. Hemos de guardar siempre la Palabra de Dios, para que se encarne en nosotros, para que, teniendo los sentimientos de Cristo, podamos a imitación suya, ser corderos en medio de lobos, alimento para un mundo que está hambriento de verdadero amor.
Como el Cordero de Dios se inmoló por nosotros y cargó sobre Sí nuestros pecados, hemos de estar también dispuestos a dar la vida por nuestros hermanos, a orar por ellos, a ofrecer sacrificios, tal como la Virgen pidió a los pastorcitos de Fátima: «Orad, orad mucho y haced sacrificios por los pecadores. Son muchas almas las que van al infierno porque no hay quien se sacrifique y rece por ellas».
Hagamos buen uso de las innumerables gracias que en este tiempo cuaresmal nos son concedidas, para interceder por la salvación de las almas. La iglesia concede indulgencias a través del rezo del Vía Crucis, del santo Rosario en la Iglesia o en familia, de la Adoración Eucarística y de la lectura de las Sagradas Escrituras durante al menos media hora; siempre y cuando acompañemos estas prácticas de la confesión de nuestros pecados, la oración por el Santo Padre y la sagrada Comunión.
Supliquemos por medio del Corazón Inmaculado de María, que al final triunfará, el don del Espíritu Santo, para que encendiendo en nosotros el fuego de su amor y el ardoroso deseo de la salvación de nuestros hermanos, nos conceda manifestar en este mundo de confusiones la Voluntad de nuestro amado Padre Celestial.