Sábado después de ceniza
«Sufro, sí, pero lo ofrezco todo por los pecadores y para reparar al Inmaculado Corazón de María. ¡Me agrada tanto sufrir por su amor, para darles gusto! A ellos (Jesús y María) les agradan mucho los que sufren por la conversión de los pecadores».
-Santa Jacinta Marto
En estos tiempos tan particulares que vivimos, la celebración de los pastorcitos de Fátima y el Evangelio que narra la vocación de Mateo, nos ayudan a adentrarnos en el misterio de la respuesta a Dios, del valor de la intercesión y del sufrimiento. La respuesta pronta y total que hoy vemos en san Mateo, también la dieron los pastorcitos al recibir la invitación de nuestra Señora: «¿Queréis ofreceros a Dios, para soportar todos los sufrimientos que Él quiera enviaros, en acto de reparación por los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores?» Pues ellos, sin titubear contestaron: «Sí, queremos».
A partir de entonces, no escatimaron oportunidad alguna para hacer de sí mismos una ofrenda agradable al Padre: calor, sed, dolor, humillaciones, burlas, incomprensión, calumnia… ¡Con qué dicha acogieron todo por amor a Dios y la salvación de las almas! En este día, nuestra Madre nos pregunta a ti y a mí: «¿Queréis ofreceros a Dios…?». Cada instante de nuestra vida (alegrías, sufrimientos, enfermedad, la pérdida de un ser querido, el desprecio recibido en defensa de la verdad, etc.), puede ser transformado, por las manos de María, en suave bálsamo que consuele el Corazón de Jesús, y que atraiga las almas de los pecadores más empedernidos de vuelta a su amor.
¡No temamos responder a Dios! Niños, jóvenes, padres, adultos… Todos tenemos algo que entregarle al Señor.
Abandonemos aquello que aún nos ata al pecado y sigamos a Jesús, que pasa a nuestro lado para devolvernos la salud y la vida. Recordemos especialmente en estos tiempos en los que la pandemia y sus secuelas continúan afectando nuestras familias, las tiernas y consoladoras palabras que, como a los niños de Fátima, María nos dirige: «Tendréis, que sufrir mucho, pero la gracia de Dios será vuestra fortaleza». Confiados en Ella, emprendamos este camino de conversión, y, uniéndonos a la generosa entrega que hicieron de sí mismos a Dios todos los santos, trabajemos por la salvación de las almas refugiados en el Inmaculado Corazón de María.
Providencialmente, en este día comenzamos la preparación para la consagración a Jesús por María, según el método de san Luis Ma. Grignion de Montfort. ¡Los invitamos a inscribirse y a invitar a otros a que lo hagan, para recibir tan gran regalo: sumergirnos en el inmaculado Corazón de María, el camino más corto, fácil, seguro y perfecto para llegar a Jesús!
Ofrezcamos por amor, cada una de las contradicciones que el señor nos permita vivir durante este día, recitando la oración que elevaban los pastorcitos: «Oh Jesús es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María».