La Cátedra de san Pedro

I Lunes de Cuaresma

22 de febrero

La Celebración de hoy, la Cátedra de San Pedro, cuyo origen se remonta al siglo IV, es una ocasión solemne con la que se rinde homenaje y se conmemora el primado y la autoridad de san Pedro. San Juan Pablo II recordaba que la festividad de este día, subraya el singular ministerio que el Señor confió a Simón Pedro, como cabeza de los apóstoles: confirmar y guiar a la Iglesia en la unidad de la fe. En esto consiste el ‘ministerium petrinum’, servicio peculiar que el obispo de Roma está llamado a rendir a todo el pueblo cristiano, en el que Cristo mismo es Piedra Angular de la comunidad eclesial.

La llave de Pedro

Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia»

Mt 16, 13-20

El Señor ha constituido a Pedro como fundamento visible de la Iglesia. La confesión de fe que realiza el apóstol, inspirado por el Espíritu Santo, es la que todos los cristianos estamos llamados a profesar. Pues, es una fe cimentada en la Revelación de Dios y no en las opiniones de los hombres -por más buenas, elevadas y teológicas que sean o parezcan-, y es en razón de la fidelidad a esa fe revelada, que nuestro Señor ha prometido que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.

Por ello, la firmeza de Pedro es la firmeza de la Iglesia; es decir, si Pedro se mantiene fiel a las enseñanzas recibidas de nuestro Señor, al depósito de la fe, al Magisterio, entonces la Iglesia permanece firmemente cimentada en la Verdad. De lo contrario, como la misma Escritura afirma: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas» (Za 13,7). Es de todos conocida aquella escena en la que san Pedro, por su debilidad humana, niega a nuestro Señor; pasaje que nos revela que todo hombre, herido por el pecado original, está llamado a luchar continuamente.

De allí, la apremiante necesidad y el deber de cada uno de nosotros como bautizados de rezar por el Santo Padre, suplicando a la Santísima Virgen, que le conceda la gracia de la fidelidad a nuestro Salvador, especialmente en estos tiempos de tanta confusión.

Santa Jacinta Marto, pese a su corta edad, amaba entrañablemente al Santo Padre y no escatimaba sacrificio alguno por su santificación. También nosotros podemos adoptar esta sencilla oración para ofrecer a nuestro Señor, por medio del Corazón de María, Madre de la Iglesia, las distintas contradicciones, pruebas y tentaciones que experimentemos diariamente. De esta manera, no sólo saldremos victoriosos en el combate habiendo acudido confiados a la fuerza invencible de la gracia divina, sino que intercederemos por el Santo Padre y con él, por toda la Iglesia.

Compromiso de hoy

Recemos fervorosamente el Santo Rosario pidiendo por las necesidades del Santo Padre y por las intenciones de la Iglesia universal.