Sábado 27 de febrero

El verdadero perdón, tiene su raíz en el amor

I sábado de Cuaresma

27 de febrero

En el corazón de cada ser humano está escrito el deseo de la felicidad, de una vida dichosa. ¿Cómo alcanzamos esa felicidad tan anhelada? El Salmo nos da la respuesta: Es dichoso el que camina en la voluntad del Señor. Pero existe la tentación de pensar que lo que Dios exige en el Evangelio es imposible de cumplir, especialmente cuando nos pide perdonar a quien cometió una injusticia contra nosotros o contra cualquier otra persona.

El Señor va más allá de una simple “disculpa” o “excusa”, porque el perdón, para que sea verdadero, tiene su raíz en el amor, de allí que Jesús nos diga: AMAD A VUESTROS ENEMIGOS.

Por lo general nos cuesta comprender esto porque no somos sencillos, sino que anteponemos mil razones para vengarnos o resentirnos contra quienes nos contradicen, lo cual, hace aún más patente la sentencia del Señor sobre los que únicamente aman a aquellos de quienes reciben cariños, obsequios o palabras bonitas, pues a ellos se refiere cuando advierte:

¿Qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos?

Es menester trabajar poco a poco para que el bien destierre el mal que muchas veces brota de nosotros. Cabe recordar aquí a aquella mujer que discutía mucho con su esposo, y a quien su confesor recomendó llenarse la boca con agua bendita, de modo que, cuando sintiese el impulso de responderle con mal a su marido, se abstuviese y venciese así progresivamente la ira: Esta estrategia le valió para aprender a negarse a sí misma y transformar su hogar en casa de paz, pues, como afirmaba santa Mónica: «Para pelear se necesitan dos», y nosotros no hemos de estar dispuestos a ser uno de ellos.

Amar, perdonar, no sale de nosotros espontáneamente si no es por gracia de Dios; no es fruto del esfuerzo humano pero, a pesar de ello, tiene gran relevancia la disponibilidad de nuestro corazón para acoger la Palabra divina, capaz de convertirnos de canales de discordia en conductos de misericordia.

Supliquemos la intercesión de nuestra Madre Santísima y digamos con Ella a Dios: «Hágase en mí según tu Palabra», porque en guardar y cumplir los preceptos del Señor con todo el corazón y con toda el alma está su Voluntad, la que nos hace verdaderamente dichosos, mientras nosotros procuramos también el bienestar de nuestros hermanos.

Compromiso de hoy

Leer la apasionante vida del venerable Cardenal Francisco Javier Nguyen van Thuan, acerca del amor y el perdón a los enemigos.