I Jueves de Cuaresma
El Señor escucha nuestra súplica, Él nos responde. Debemos pedir con FE. En este día las lecturas resaltan la importancia de la oración y cuánto anhela el Señor que le pidamos, ya que Él está pronto a respondernos, a darnos, más aún… a DARSE, porque la mayor gracia que podemos pedir para nosotros y para los demás, es la de permanecer en su Voluntad.
Como padres, buscamos dar lo mejor a nuestros hijos, aun cuando ello implique un sacrificio para nosotros, pero siempre buscaremos su bien, ¡cuánto más Dios, que es nuestro Padre y Creador! Debemos pedir, clamar a Él como un niño pequeño desde la cuna llora llamando a su padre, sabiendo que en él está su auxilio, su fuerza, quien lo alimenta y defiende… Si un niño pequeño sabe todo esto, ¿por qué nosotros no confiamos en quien es en verdad el Padre Bueno?
«La oración es la llave que abre el corazón de Dios»
La oración ha de ser el primer recurso de todo católico. Es nuestro escudo, nuestra arma más poderosa (sobre todo cuando rezamos el Rosario); exclamar con la reina Ester “¡Ven en mi ayuda, que estoy solo(a) y no tengo otro socorro fuera de Ti!”. Atento está el Señor a nuestras necesidades y congojas: en la Eucaristía nos lo demuestra al entregarnos a su Hijo, al comunicarnos su Vida para que no perezcamos en nuestra indigencia, y al dejarnos el Sacramento de la Confesión, para limpiarnos de nuestros pecados.
A semejanza de María, quien en ningún momento interrumpió su diálogo con Dios, vivamos durante este día en constante oración. Como Santa Teresita del Niño Jesús, démosle gracias al Señor, al mismo tiempo que le pedimos, confiando plenamente en Él, y agradezcámosle por adelantado todas las gracias que en su Misericordia nos concederá.