Conformarse con la Voluntad de Dios, lejos de ser una resignación, ha de ser nuestro más grande objetivo, la meta más alta de nuestra existencia, la razón de nuestro despertar cada mañana, e incluso, de nuestros pequeños sacrificios por hacer el bien que Dios quiere a nuestros hermanos.
San Pablo lo dice: «La Voluntad de Dios es vuestra santificación» (cf. 1Ts 4,3), y, ¿qué es ser santo, sino ser plenamente feliz y prepararse desde la tierra para vivir felicidad eterna en el Cielo? Ello explica la notita que san Gerardo Mayela dejó a su madre aquel día que huyó de casa para hacerse religioso: «Voy a hacerme santo»
Nuestra Madre Santísima es la Reina de todos los santos, tomemos su ejemplo y ¡AVANTI! (avancemos)
«María, con aquella primera luz con que Dios la enriqueció, se ofreció por entero a su Señor dedicándose del todo a su Amor y a su Gloria, como el mismo ángel se lo reveló a santa Brígida cuando le dijo: “Al instante nuestra Reina determinó consagrar a Dios su voluntad con todo el amor y para siempre. Y nadie puede comprender de qué manera su voluntad se sujetó a abrazar todo lo que fuera del gusto divino”.»
S. Alfonso Ma. De Ligorio