La oración: llave que abre el Corazón de Dios

I Martes de Cuaresma

Martes de Cuaresma, la oración
23 de febrero

Qué necesaria es la oración en la vida del cristiano, «La oración es la mejor arma que tenemos; es la llave del corazón de Dios», decía san Pío de Pietrelcina. Es el medio por el cual entramos en comunión con nuestro bondadoso y amoroso Padre. En la actualidad nos hemos hecho remisos para esperar. En medio de una sociedad acostumbrada a los resultados inmediatos, donde para adquirir un producto buscamos aquel que nos ofrezca la solución más rápida, acostumbrándonos a obtenerlo todo con un clic, o con un sutil contacto en la pantalla táctil; corremos el riesgo de desvalorizar este medio de comunicación personal con Dios, porque la oración necesariamente implica una paciente espera, implica la fe.

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal”.

Mt 16, 13-20

Sobre esto, la Palabra del Señor nos da la luz que necesitamos: El profeta Isaías nos habla de la lluvia que fecunda la tierra, es decir, que cada ciclo de la naturaleza cumple el tiempo establecido por Dios para llevar a cabo su encargo. De la misma manera, una mujer embarazada, aunque ama y desea conocer a su bebé, espera pacientemente los meses necesarios hasta el nacimiento de su hijo. Asimismo, el tiempo que debemos esperar para recibir lo que con fe pedimos a Dios, no es para desanimarnos y abandonar la oración, sino para acrecentar en nosotros el deseo de recibir lo que pedimos.

Roguemos pues con fe, recordando que lo valioso a los ojos de Dios es la humildad de un corazón que, en oración suplicante, sin necesidad de palabras locuaces ni atrayentes, se confía a su infinita misericordia. Nos dirá san Agustín: «Padre nuestro: este nombre suscita en nosotros todo a la vez, el amor, el gusto en la oración, … y también la esperanza de obtener lo que vamos a pedir… ¿Qué puede Él, en efecto, negar a la oración de sus hijos, cuando ya previamente les ha permitido ser sus hijos?».

Supliquemos a nuestra Santísima Madre, nos conceda una total confianza en la Voluntad Divina, para que sepamos pedir lo que conviene y esperar pacientemente el cumplimiento de sus designios de amor sobre nosotros.

Compromiso de hoy

En este día, recemos la oración que Cristo nos enseñó, como si fuera la primera y la última vez que lo hacemos, con devoción, meditando cuanto decimos y confiando plenamente en la bondad de Dios.