Día 3 de la novena
Oración Inicial
¡Oh Dios!, que en los orígenes tu Espíritu aleteaba sobre las aguas, para que tuviesen la fuerza de santificar, te rogamos desciendas con tu Espíritu, para que los que hemos renacido de las fuentes bautismales –tus hijos–, seamos ahora bautizados en el fuego del amor ¡Oh Dios!, que en la plenitud de los tiempos, tu Hijo, por obra del Espíritu Santo, se encarnó en el seno de la Virgen, te pedimos infundas tu Espíritu, para que se produzca como una encarnación de tu Verbo en nuestras almas, haciéndonos hijos en el Hijo ¡Oh Dios!, que en los días de Pentecostés, tu Iglesia, en Cenáculo con María, recibió la fuerza del Espíritu Santo; te suplicamos, Padre, envíes tu Espíritu sobre nosotros, tus Peregrinos, y realiza un nuevo Pentecostés, para ser así testigos de la alegría pascual de tu Hijo
¡Oh Dios!, que en la potencia creadora del Espíritu Santo, no dejas de enriquecer a tu Iglesia con nuevas vidas de santidad; te rogamos mandes, Padre, con tu Hijo, al Espíritu Santo: Espíritu de las Bienaventuranzas, Espíritu de unidad y caridad, para que hoy como ayer, la Iglesia de la Eucaristía, revitalizada en los dones y carismas de tu Espíritu, sea Sacramento de Unidad y salvación para todos los pueblos. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
DÍA TERCERO
“Así, los que viven según la carne, no pueden agradar a Dios. Más vosotros no vivís según la carne, sino según el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros”
(Rm. 8, 8-9)
Meditación
Padre mío: cuando mi alma se despeñaba hacia la fosa y mis ojos perdían la esperanza de verte, tu Palabra que es sublime y afable me detuvo y me elevó. Yo, el que era hijo de la carne y perseguía al que era según el espíritu, sólo conocía de oídas el don y misterio tan espléndido que se escondía entre la viña y el trigal. Abriste tu mano y llenaste mi alma de buena voluntad, porque me has amado como a un hijo, al cual nada le has negado; porque al amarme en tu Hijo, que es la Palabra eterna, me lo has dado todo. En el mundo estaba y el mundo no lo conoció, vino a los suyos y no lo recibieron.
El hombre débil y de vida efímera, incapaz de comprender el derecho y las leyes, muere como la hierba de la tarde, su alma se seca porque no te conoce; no sabe perdonar porque no ha aprendido a amar. Tú, Jesús, nos has prometido que si amamos guardando tus mandamientos, intercederás ante el Padre y nos darás otro Pentecostés, que nos guiará hasta la Verdad completa. Envíalo desde el Santo cielo, mándalo desde tu trono glorioso, para que conociendo tu Voluntad, que es tu Palabra, se enderecen los corazones y caminen en la inocencia en medio de tu casa, y los hombres aprendan a poner por obra lo que te agrada. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.
Oración Final
¡Abbá! Tú que al crearnos infundiste en nosotros el aliento de vida, y tras el pecado nos enviaste a tu Hijo Unigénito para salvarnos, te pedimos, por la intercesión de la Santísima Virgen María, que prepares nuestros corazones, para poder así nacer de nuevo en el Espíritu, dando testimonio de la Verdad. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.